
“Demoramos porque los equipos, en muchos casos, no aprobaban ni registraban los ojos de los ancianos; entonces debíamos volver a empezar y eso nos tomó hasta media hora”, indicó una de las notarias asignadas en la zona de Villa San Antonio Bajo, Carmen Orellana.
La notaria manifestó que el problema se debió a que algunos de los ancianos tenían problemas en la visión como cataratas. “La máquina rechazaba el dato”.
En El Alto, la causa para que el proceso personal durase más de los siete minutos que tomó en la mayoría de los ciudadanos, se debió a fallas de reconocimiento de huellas digitales, especialmente entre las mujeres.
El notario Juan Carlos Amusquiabar, encargado del centro de empadronamiento en la avenida Lechín, de la zona de Río Seco, ejemplificó que, de cada 10 mujeres que acudieron, al menos siete tuvieron problemas.
Dos, tres y hasta cuatro veces se tuvo que ensayar con los dedos femeninos antes de lograr que las huellas sean reconocidas. El retraso, en esos casos, fue de más de media hora. “Las huellas de las señoras no eran reconocidas en una máquina, las cambiábamos a otra, pero las fallas persistían”, explicó el notario.
Para evitar el inconveniente, los notarios optaron por colocar observaciones de fallas de reconocimiento de huellas digitales en registros que vienen en el mismo programa de empadronamiento. Similar situación ocurrió con personas que padecen artritis y con los discapacitados.
En Cochabamba, el nerviosismo de las personas provocó que sus manos suden y, por lo tanto, que la máquina no reconozca las huellas con facilidad. Hubo personas sin huellas perceptibles.
Los equipos en Santa Cruz también fallaron en el reconocimiento de huellas digitales; el cardenal Julio Terrazas demoró 25 minutos en registrarse.
En Sucre, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, tuvieron dificultades, pero se las atribuyó a la falta de pericia de los empadronadores con los equipos.
(Fuente: La Razón)
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